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La Eucaristía, “corazón de la iniciación cristiana y fuente de la vida de la Iglesia”, al centro de la catequesis del Papa

La húmeda y lluviosa mañana de inicios de febrero no desanimó a miles […]

La húmeda y lluviosa mañana de inicios de febrero no desanimó a miles de fieles y peregrinos que desde muy temprano llegaron a la Plaza de San Pedro para participar en la audiencia general. Este miércoles – luego de atravesar en papamóvil los diversos sectores de la explanada para saludar y bendecir a los presentes, Francisco empezó su catequesis, dedicada a la Eucaristía, “memorial de la Pascua del Señor, en el que Cristo se hace misteriosamente presente y nosotros podemos participar en su pasión, muerte y resurrección”. “Así, precisó el Santo Padre, la Eucaristía nos configura de modo único y profundo con Jesús, renovando nuestro corazón, nuestra existencia y nuestra relación con Él y con los hermanos, y nos hace pregustar la comunión con el Padre en el banquete del Reino de los cielos”. (RC-RV)

Resumen de la catequesis y saludo del Papa en nuestro idioma:

Queridos hermanos y hermanas:

Nuestra catequesis de hoy está centrada en la Eucaristía, corazón de la iniciación cristiana y fuente de la vida de la Iglesia. Lo que vemos cuando nos reunimos para celebrar la Misa, nos ayuda a introducirnos en el Misterio. En el centro encontramos el altar, una mesa preparada, que nos hace pensar en un banquete. Sobre la mesa, hay una cruz, para indicarnos que en ese altar se ofrece el sacrificio de Cristo: Él es el alimento que recibimos bajo las especies del pan y del vino. Y junto a la mesa, está el ambón, desde donde se proclama la Palabra de Dios, mediante la que el Señor nos habla. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, realiza el memorial de la Pascua del Señor, en el que Cristo se hace misteriosamente presente y nosotros podemos participar, “comulgar”, en su pasión, muerte y resurrección. Así, la Eucaristía nos configura de modo único y profundo con Jesús, renovando nuestro corazón, nuestra existencia y nuestra relación con Él y con los hermanos, y nos hace pregustar la comunión con el Padre en el banquete del Reino de los cielos. Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos que la celebración de la Eucaristía mantenga siempre viva a la Iglesia, y haga que nuestras comunidades se distingan por la caridad y la comunión. Muchas gracias.

El Santo Padre dirigió nuevamente un pensamiento especial a tantas personas, hermanos y hermanas, que sufren las consecuencias de tanta lluvia en las zonas italianas de Toscana y de Roma, alentando a la cercanía con solidaridad y amor. Luego explicó que, debido precisamente a la lluvia, los enfermos se encontraban reunidos en el Aula Pablo VI, desde donde podían seguir la audiencia a través de una pantalla, y que antes de llegar a la Plaza de San Pedro había pasado a saludarlos.

Eucaristía, agradecimiento y comunión. También en sus saludos a los peregrinos provenientes de países de otras lenguas, el Obispo de Roma alentó a la participación activa en la liturgia y a la acción de gracias al Señor por el don de la Eucaristía, apreciando todo su valor y riqueza.

Haciendo hincapié en que cada paso de de nuestra peregrinación y todo camino auténtico de fe, de comunión y de testimonio brota del Sacramento de la Eucaristía, el Papa Bergoglio reiteró que nunca será suficiente nuestra gratitud al Señor por el don de sí mismo.

Y exhortando a crecer cada vez más en el amor y en la adoración de la Eucaristía, para que este Sacramento pueda seguir plasmando las comunidades en la caridad y en la comunión según el corazón del Padre, Francisco reiteró que Jesús nos habla en el Misterio de la Eucaristía y cada vez nos recuerda que seguirlo quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida un don a Él y a los hermanos. Entre los peregrinos polacos, el Papa saludó de corazón a los Obispos representantes de la Conferencia Episcopal de Polonia en visita ad limina apostolorum. A estos queridos hermanos les pidió que lleven su saludo a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, así como a los fieles laicos y a todo el pueblo polaco. Asegurando sus oraciones, Francisco volvió a pedir que se rece por él y por su misión petrina.

Después de dar su cordial bienvenida también a los Obispos que participan en el encuentro promovido por la Comunidad de San Egidio y a los sacerdotes que están desarrollando una semana de estudio sobre la formación humana de los candidatos al sacerdocio, organizada por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, el Santo Padre deseó que su visita a la tumba de Pedro sea ocasión propicia para un renovado compromiso misionero en el anuncio del Evangelio, en especial hacia los últimos y los pobres. A todos deseó que este encuentro fortalezca la fe, haga crecer la esperanza e impulse la caridad.

Antes del rezo y bendición final, dirigiendo un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, el Papa recordó que esta audiencia general coincidía con la memoria de Santa Águeda, virgen y mártir. Deseando que su virtud heroica impulse en los queridos jóvenes – en particular en los alumnos de la Escuelas de la Congregación de San Juan Bautista – poder comprender la importancia de la pureza y de la virginidad. Que ayude a los queridos enfermos a aceptar la cruz en unión espiritual con el corazón de Cristo y que aliente a los queridos recién casados a comprender el papel de la mujer en la vida familiar. (CdM – RV)

Texto completo de la catequesis en italiano del Papa

El sacramento de la Eucaristía

Queridos hermanos y hermanas buenos días… Buen día, pero no buena jornada, ¿eh? Es un poco fea.

Hoy les hablaré de la Eucaristía. La Eucaristía se coloca en el corazón de la “iniciación cristiana”, junto al Bautismo y a la Confirmación, y constituye la fuente de la vida misma de la Iglesia. De este Sacramento del amor, de hecho, nace todo auténtico camino de fe, de comunión y de testimonio.

Lo que vemos cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía, la misa, nos hace ya intuir qué cosa estamos por vivir. En el centro del espacio destinado a la celebración se encuentra el altar, que es un mesa, cubierta por un mantel, y esto nos hace pensar en un banquete. Sobre la mesa hay una cruz, que indica que sobre aquel altar se ofrece el sacrificio de Cristo: es Él el alimento espiritual que allí se recibe, bajo el signo del pan y del vino. Junto a la mesa está el ambón, es decir, el lugar desde el cual se proclama la Palabra de Dios: y esto indica que allí nos reunimos para escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas Escrituras y, por lo tanto, el alimento que se recibe es también su Palabra.

Palabra y Pan en la Misa se hacen una misma cosa, como en la última Cena, cuando todas las palabras de Jesús, todos los signos que había hecho, se condensaron en el gesto de partir el pan y ofrecer el cáliz, anticipación del sacrificio de la cruz, y en aquellas palabras: “Tomen, coman, este es mi cuerpo…tomen, beban, esta es mi sangre”.

El gesto de Jesús cumplido en la Última Cena es el extremo agradecimiento al Padre por su amor, por su misericordia. “Agradecimiento” en griego se dice “eucaristía”. Y por esto el sacramento se llama Eucaristía: es el supremo agradecimiento al Padre que nos ha amado tanto hasta darnos a su Hijo por amor. He aquí por qué el término Eucaristía resume todo aquel gesto, que es gesto de Dios y del hombre juntos, gesto de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

Por lo tanto, la celebración eucarística es mucho más de un simple banquete: es propiamente el memorial de la Pascua de Jesús, el misterio central de la salvación. “Memorial” no significa sólo un recuerdo, un simple recuerdo, sino que quiere decir que cada vez que celebramos este Sacramento participamos en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. La Eucaristía constituye el vértice de la acción de salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido para nosotros, vierte, en efecto, sobre nosotros toda su misericordia y su amor, tanto que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos. Es por esto que normalmente, cuando nos acercamos a este Sacramento, se dice que se “recibe la Comunión”, que se “hace la Comunión”: esto significa que en la potencia del Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma en modo único y profundo a Cristo, haciéndonos pregustar ahora ya la plena comunión con el Padre que caracterizará el banquete celeste, donde, con todos los Santos, tendremos la gloria de contemplar a Dios cara a cara.

Queridos amigos, ¡no agradeceremos nunca suficientemente al Señor por el don que nos ha hecho con la Eucaristía! Es un don muy grande. Y por esto es tan importante ir a misa el domingo, ir a misa no sólo para rezar, sino para recibir la comunión, este Pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre. ¡Es hermoso hacer esto! Y todos los domingos vamos a misa porque es el día de la resurrección del Señor, por eso el domingo es tan importante para nosotros. Y con la Eucaristía sentimos esta pertenencia a la Iglesia, al Pueblo de Dios, al Cuerpo de Dios, a Jesucristo. Y no terminaremos nunca de captar todo el valor y la riqueza. Pidámosle, entonces, que este Sacramento pueda continuar a mantener viva en la Iglesia su presencia y a plasmar nuestras comunidades en la caridad y en la comunión, según el corazón del Padre.

Y esto se hace durante toda la vida. Y se empieza a hacer el día de la primera comunión. Es importante, que los niños se preparen bien a la primera comunión y que ningún niño deje de hacerla porque es el primer paso de esta pertenencia a Jesucristo, fuerte, fuerte después del Bautismo y de la Confirmación. Gracias.


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